En nuestra primera mañana en Londres decidimos coger un autobús para ver la ciudad. Un autobús típico para "guiris" (en este caso nosotros), de dos pisos, rojo y sin techo en la 2ª planta. ¡Qué ilusión montar en un bus de esos!
Hicimos el recorrido por los lugares más característicos y señalados de Londres, pasando por el Big Ben, el Tamesis, la noria enorme que no me acuerdo de su nombre...etc.
Una de las c
osas que más me llamó la atención fue la cantidad de relojes q
ue hay en muchas de las fachadas de los edificios. Es algo que sorprende y te hace reflexionar sobre la posible obsesión por la puntualidad de los ingleses. En todo caso, la verdad es que son muy bonitos y útiles, pues para deambular por las calles de Londres no te hace falta llevar reloj, seguro que te encuentras con alguno enorme en la fachada de cualquier edificio.
Otra característica de la ciudad inglesa que puedes apreciar al visitarla es como se mezclan en sus calles los edificios más antiguos y clásicos con las arquitecturas más modernas y estrambóticas. Esta peculiaridad dota a la ciudad de un cierto encanto que sólo puedes comprender si lo observas por ti mismo.
Al recorrer la ciudad también nos damos cuenta de cuanto verdor y naturaleza la rodea. Ya cuando el avión iba a aterrizar, pude ver desde la ventana la cantidad de prados y campos llenos de caballos que pueblan Londres.
Londres no es sólo esa ciudad que imaginamos repleta de tiendas, gente y edificios modernos enormes. También es una ciudad preciosa, con barrios familiares llenos de esas casitas bajas que vemos en las películas, campos verdes por donde los animales pasean a sus anchas... y todo ello envuelto en esa neblina londinense que representa tan bien el misterio que posee esta ciudad.
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